En audio: https://youtu.be/jssy3ET-hek
Surge la necesidad de comenzar a inventar y/o fabricar bioplásticos como consecuencia de un fenómeno sociocultural que alteró el equilibro medioambiental.
Aparecen los primeros tipos de plástico, a mediados de siglo XIX como uno de los mejores inventos, se incorporan a la vida diaria como una solución a todo. 150 años después se percibe el caos ecosistémico que ha causado. Como no sabemos vivir sin él, ahora buscamos alternativas que lo remplacen tal cual es.
Hay desorden en casa
Alguna vez he sentido que el desorden en mi casa es extrapolable al desorden matérico que hay en el mundo, y cuando todo vuelve a su lugar, de pronto la energía del espacio entra en un estado de calma. ¿Qué quiero decir con esto? Intentaré ejemplificarlo.
Normalmente en un hogar las cosas que hay dentro tienen un sitio de guardado adjudicado. Esas cosas cuando entran en uso, se mueven del sitio y están en permanente estado de consumo, es decir, energía que se transforma. Luego vuelven a su lugar de guardado. También es verdad que hay algunas cosas que casi ni se mueven, como un adorno decorativo, de todas formas las modificaciones en el tiempo y en el espacio están, son imperceptibles ante nuestros ojos pero están. Sin embargo quiero comunicar con evidencias, y algo muy evidente para nosotros puede ser: sacamos la ropa del armario, la usamos, la dejamos en la cesta de la ropa sucia, la lavamos, la secamos y la volvemos a guardar en el armario. Esta dinámica forma un ciclo que nunca termina en tanto y en cuanto la ropa nos siga quedando bien, nos agrade y se conserve en buen estado. Si algunas de estas instancias previamente mencionadas se altera, y no podemos remediarlo, el ciclo se rompe. Para esta situación excepcional podemos plantearnos dos caminos, guardar la ropa inservible en el armario, aunque probablemente no la volvamos a usar, o deshacernos de ella y enviarla a un lugar invisible para nuestros ojos. En cualquiera de los dos casos, esa ropa ya no forma parte de ningún ciclo y está en estado de “desorden”.
Cuando extraemos materia prima de la corteza terrestre, para abastecer el sistema industrial voraz que hemos montado, la estamos “desordenando”, porque la estamos quitando del lugar que se le ha adjudicado naturalmente y estamos rompiendo su ciclo. Es nuestra responsabilidad que esa materia prima no se “arruine” durante el cliclo de vida útil que le damos nosotros, para poder devolverla a su lugar de origen. Su lugar de origen siempre será el “orden” y el equilibrio.

Microescala del desorden
Es importante tomar en cuenta que todo lo que está sobre la corteza terrestre está en permanente estado de transformación, y ese estado es su estado natural. El desorden aparece cuando la condición de transformación se vuelve artificial. Por artificial se entiende una condición existencial que no surge de la naturaleza, sino que es inventada y manipulada por el ser humano.
La condición artificial que impone el ser humano puede que respete el retorno de la materia a su lugar de origen. Solo en este caso al ser humano lo podemos identificar como otro organismo más, natural, que participa en uno de los tantos procesos de transformación de la materia existente. Pero si el caso fuera que transforma tanto la materia, al punto que no le permite retornar a su lugar de origen, las acciones del ser humano comienzan a alienarse del equilibrio medioambiental, deja de respetar el orden natural de las cosas, y en esa instancia aparece el desorden. Este comportamiento en nuestra sociedad se instaura con la llegada de la corriente del antropocentrismo.
La “microescala del desorden” tiene que ver con cosas, que desordenadas, pueden resultar imperceptibles a nuestros ojos. De todos modos, sus efectos adversos siempre las hacen notar. Uno de los casos más comunes y universal es el carbono como unidad atómica que forma el gas dióxido de carbono, que abunda en nuestra atmósfera. Es el mayor responsable del efecto invernadero, y está desordenado, porque no debería estar ahí. Debería aún constituir el combustible fósil, como el petróleo que debería estar ubicado debajo de la corteza terrestre. Sin embargo ese combustible ya se ha consumido para trasladar coches. Es decir, la combustión de esa gasolina, generó la transformación de la materia de un estado líquido a un estado gaseoso, liberó muchísima energía, y generó como residuo unas partículas que están fuera del lugar que les corresponde estar. Estas partículas generan un entorno desequilibrado.
Con este ejemplo podemos entender que toda la materia que está sobre la tierra está constituida por una subunidad, conocida como átomo. Estos átomos son preexistentes desde la creación del universo, y nunca se generan nuevos átomos, solo se van cambiando de lugar. El cambio del lugar puede ser natural, y evolutivo, o puede ser desnaturalizado por culpa del ser humano. Cuando ese recurso natural no puede recuperar su estado original, porque los átomos que le constituyen no pueden volver allí, por culpa de nuestra intervención, ese recurso se entiende y categoriza como finito y no renovable.
Para entender que estamos al mismo nivel que toda la naturaleza, debemos pensar que el día que nuestro cuerpo en carne, no en espíritu, retorna al suelo, la descomposición del mismo se vuelve materia higienizada y homogeneizada con todo el resto del suelo. Somos tierra orgánica, somos hummus, somos compost. Todos nuestros átomos quedan a libre disposición para servir como nutriente de otro ser vivo, sea del reino animal o vegetal. Tomar conciencia de que un día la descomposición de nuestro cuerpo puede constituir una calabaza, es escalofriante, pero real, y sano. Y esa calabaza podría ser consumida por otro cuerpo al cual nutriremos y constituiremos. O tal vez seamos absorbidos por la raíz de un árbol, y puede que ese árbol un día sea mueble.
Del plástico al bioplástico, de lo incompatible a lo compatible.
Si de plástico hablamos, aquel material que se degrada en 500 a 1.000 años, estamos hablando de un material que no respeta el ciclo de vida en tiempos compatibles con la evolución de la vida. Porque no se desintegra, se acumula a lo largo del tiempo. Sin embargo se consume con rapidez, muchas veces ni se puede reciclar, entonces el resultante es un material descartado, “desordenado”, que forma parte de una montaña de basura, que estorba y contamina.
En cambio, si hablamos de bioplástico, aquel material que se degrada en 6 meses a 2 años, estamos hablando de un material que sí respeta el ciclo de vida en tiempos compatibles.
Aunque se consuma con rapidez, y el resultante sea un material permanentemente descartado, el material siempre estará “ordenado” porque se reincorpora a la tierra. Pero esto solo sucederá si se gestionan bien sus residuos. El ser humano, al igual que ordena su casa, ordena los residuos que crea, ayudando a que lleguen al lugar correcto para que retornen a su ciclo de vida. Es decir, debemos ponerles en el lugar correcto de “guardado” para que se degraden y estén disponibles para constituir nueva vida.
El lugar idóneo donde se ordena la condición del bioplástico es el compost, y mejor aún si es industrial porque cumple con ciertos requisitos para degradarlo con facilidad y rapidez.
Si un bioplástico y un plástico se encuentran en la misma montaña de basura, será un problema. El bioplástico permanecerá desordenado, porque en lugar de descomponerse en condiciones apropiadas, formará parte de un vertedero donde no existen los microorganismos bidegradantes, entonces nunca podrá constituir parte de la riqueza del suelo.
Debemos entender y recordar que todo permanecerá en su ciclo en tanto y en cuanto se respete el “lugar de guardado”, de lo contrario la condición biodegradable servirá de nada. No habrá bioplástico que nos ayude a mejorar.
Es la responsabilidad de los humanos poner el mundo en orden, igual que lo hacemos con todo lo que está debajo de nuestro propio techo. Porque toda La Tierra, La Madre Tierra, es nuestro primer hogar.
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